Fue el Gran Premio de los ingenieros. Como siempre. Más que nunca. Y, de ahora en adelante, será siempre así. No quiero afirmar que la importancia de un buen box nunca fue necesaria. Y hasta imprescindible, a medida que el tiempo fue transcurriendo y con él, los adelantos técnicos. Pero nunca se notó tanto como en el G.P de España.
Fue una partida de ajedrez donde los maestros internacionales movieron sus piezas -los pilotos y los mecánicos- atentos al reloj, mientras vigilaban el tablero y hacían sus cálculos de posibilidades, de acuerdo con la observación atenta de neumáticos, estado de la pista, ubicación de los rivales y distancia a recorrer en condicionales ideales. Naturalmente las piezas -alfiles, peones, torres, reyes- fueron los pilotos y los mecánicos en boxes.
Nunca se habló tanto por la radio de los autos con instrucciones sobre las medidas a tomar por los pilotos, hasta en detalles mínimos. Se hicieron los cálculos de las detenciones -67 en total- y los pilotos se ajustaron a ellos en forma perfectamente sincronizada mientras atendían la conducción del auto, -con todo lo que ello implica cuando tienen que conducir a 320 km/h por un momento y luego bajar a 90-, doblar, mirar para no tocar rivales, escuchar las instrucciones por la radio y apretar, según las circunstancias, el formidable display en que se transformó el volante, para atender en el momento exacto la necesidad de activar el KERS, modificar el ala o alguna otra tarea necesaria.
Una información mal interpretada o ejecutada a destiempo -en la pista o en la entrada y salida del box- puede decidir un puesto que, tal vez, no se pueda recuperar más. Los que miran atentamente el tablero deben jugar y juzgar todas las posibilidades, y decidir en los momentos oportunos.
Todo esto que se vive en cada carrera motivó -o lo pensó alguien o salió así- que el espectáculo haya ganado mucho, si comparamos con las filas indias de hace poco tiempo atrás. Y se producen situaciones como la carrera que hizo Alonso, ganando la curva de salida con una mezcla de viveza y calidad impresionantes, pero finalizando cuarto, con una vuelta perdida.
Está todo como robotizado, como carrera para ingenieros tipo NASA, con pilotos perfectos, que hacen su trabajo perfecto. Y pensamos enseguida en Gilles Vileneuve. Pero eso ocurre porque a los años, nadie los puede manejar como quisiera. Y esto te hace doler un poco la cabeza, pero es francamente divertido. Como la PlayStation.
MUY BUENA TU REDACCIÓN,LOS FELICITO…ABRAZOS OSCAR