El circuito callejero de Valencia no le gustó a nadie, desde que se hizo la primera carrera. No tiene ningún atractivo especial. Es tan anodino que casi lo dejan de utilizar el año anterior y éste también. Como buen callejero está entubado, no tiene curvas complicadas y está para un desfile monótono. Pero allí se vio la carrera más entretenida del año. Pasó de todo. Fue Loquibambia.
De salida fue como siempre. Vettel, con su avión de los mejores momentos, se fue allá lejos dejando atrás a Hamilton, Raikkonen y Grosjean, aumentando su ventaja a un ritmo de 1 segundo por vuelta. Como para lamentarse, por no haber seguido durmiendo. Pero en la vuelta 11, Grosjean, que es guapo de los de antes, levantó en el aire a Vernier y el ambiente se calentó.
En la vuelta 29 entró el safety car, estando Vettel adelante por 22 segundos. Casi un robo. Pero allí, cuando se fue el Mercedes, comenzó la acción. Entre la temperatura que subía, el piso que se ponía peor, y los toques de los nuevos que son nerviosos, comenzó el show. Alonso se puso segundo justo cuando Vettel, al recomenzar la carrera, se quedó sin motor. Alonso se acomodó en la punta y mientras Vettel tiraba los guantes contra el alambrado caminando para el box con cara de loco, también se quedó Grosjean, que peleaba los tres primeros puestos. Kimi llegó de atrás, ubicándose segundo, mientras Ricciardi lo levantaba a Petrov y Maldonado atendía a Hamilton.
El podio de Valencia atrasó. Alonso ya no es un jovencito, Raikkonen hacía 45 carreras que no subía -entre retiro y vuelta- y el Kaiser Schumi fue tercero, a los 43 años de edad.
El circuito es feo, tal vez haya sido la última carrera allí. Pero fue un entretenimiento como hacía mucho que no se veía. El fervor fenomenal del público y la locura de Alonso no fueron impedimento para que, cumpliendo con su rito acostumbrado, Kimi fuera el primero en darle un buen trago a la botella. También lo merecía.