A un argentino de cualquier condición o clase social no hay nada que lo conmueve más que oir cuando se pone en marcha el motor de un automóvil. Se transforma. A partir de ese momento se olvida de cualquier problema que tenga -y los hay para elegir- y quiere verlo, si es posible tocarlo y, por supuesto, manejarlo.
La salida simbólica del Dakar desde una rampa junto al obelisco provocó un revuelo que superó cualquier mitin político de la era moderna. La organización de la prueba -que conoce muy bien su negocio- inventó, además de la puesta en marcha, un audaz recorrido -vallado en casi todo su desarrollo-, que llevó a 28 cuatriciclos, 84 camiones de un tamaño poco menos que asombroso, 226 motocicletas y 183 autos. Uno detrás del otro por Nueve de Julio hasta Bartolomé Mitre y luego la Avenida Roque Saenz Peña hasta Avenida de Mayo. Luego tomaron Callao hasta Libertador, Figueroa Alcorta y regresaron a la Rural, donde estaba ubicado el Parque Cerrado.
Esto explica que no sólo hubo una extraordinaria cantidad de gente en la Nueve de Julio -allí hubo más concurrencia cuando David Coulthard zapateó un poco a un F-1- pero la cantidad era impresionante y piense, entonces, lo que fue ese recorrido por la zona norte de Buenos Aires desde las 5 de la tarde hasta casi la medianoche. Increíble.
Si nos ponemos en cronista debemos señalar que el espectáculo fue muy largo, por momentos tedioso y cansador porque la salida era nada más que una exhibición y este tipo de carrera cuenta con una buena cantidad de muchachos divertidos que tratan de “dar la vuelta”, como se decía en los Grandes Premios, y hasta paraban para saludar a sus familiares y amigos. Todo bien. Pero se alargó demasiado y quedó una sensación de pena que cuando les tocó el turno a los camiones gigantescos, a los mejores motociclistas y los equipos más poderosos entre los 4×4 ya era de noche y hubiera sido lindo verlos a pleno sol.
Hace una semana todo el mundo preguntaba que era el Dakar. No tenían ni la menor idea. El jueves 1 resultaba increíble la cantidad de gente que hizo cola por decenas de cuadras para entrar a la Rural -pagando 10 pesos- donde vieron todo de cerca y hasta acróbatas que poco tenían que ver con el tema. Y ayer, 2, ocurrió lo que le contamos. ¿Sabe que pasó? Un argentino oyó que un motor de auto se ponía en marcha. Y le avisó a sus amigos…
J.C.P.L.