Hay un comentario histórico en la Fórmula 1. Cuando hay un ganador repetido la pregunta es ¿es tan bueno el piloto o es porque tiene el mejor auto? Una cosa está implícitamente relacionada con la otra. Uno solo de los dos factores no alcanzaría para ganar 9 carreras en la Temporada, ganar en forma consecutiva las 3 últimas después del receso y haber quedado ahora a 1 punto de su segundo campeonato mundial, que es lo que ocurre con Vettel-Red Bull.
En Singapur -un circuito feo, totalmente improvisado por motivos económicos, en el que se corre encajonado, de noche y con luz brillantísima sólo en la pista con el peligro que en la tribuna alguien enciende una linterna y perturbe a los pilotos- y que motiva toques, roces y choques a cada momento.
La carrera se puede separar en dos partes: Vettel y el resto. La superioridad del joven piloto alemán y su auto es tan notable que le quita atracción. El interés se concentra en esperar que Hamilton -que, según los aficionados siempre da espectáculo- choque contra cualquier cosa, en cualquier momento. Y él cumple. En Singapur lo ayudó el equipo Mercedes, porque Rosberg le pegó a Sergio Pérez y lo sacó de la pista, Schumacher que venía más atrás, se montó en una rueda trasera del mexicano y el siete veces campeón mundial levantó vuelo, como caballo asustado. Afortunadamente para Schumi el auto cayó sobre las ruedas delanteras. Y cómo fue de grosero el error, que Schumacher lo reconoció y los directores del evento lo perdonaron. Aunque apercibieron al hijo del Keke. Hamilton, en cambio, continuó con la costumbre de pegarle a Massa, uno de sus preferidos.
En la salida, Hamilton trató de superar a Vettel, Button y Alonso. En el desparramo consiguiente lo hizo pasar a Webber de segundo a cuarto, lo que fue aprovechado por un especialista -Alonso- que se ubicó tercero. Hubo algunos cambios cuando comenzaron a separase en el denominado circuito.
En la séptima vuelta las posiciones eran: Vettel, 9 segundos delante de Button, tecero Alonso, Webber, Massa, Hamilton y el resto, tratando de no tocar los paredones. Con las entradas a los boxes, nadie sabía bien dónde estaba ubicado.
En la 19º el escocés Di Resta, que viene del DTM, estaba en el tercer lugar hasta que Webber, obsesionado por Vettel allá adelante, lo pasó y Hamilton -el que da espectáculo- estaba l5…
La carrera se estaba poniendo interminable. Larguísima, casi de dos horas de duración. El único voluntario que quiso alcanzar a Vettel fue Button -con su principesco estilo- pero Vettel fue aflojando segundos, y ganó una vez más por muerte, como dirían los muchachos de la tribuna. Alonso trabajó, como siempre, contra una Ferrari que no encuentra el camino y, salvo Button, el resto quedó mareado por tanta curvita, junto a la playa de Singapur. El más contento, además de Vettel, fue el tio Bernie, que salió rápidamente para el Banco antes que cerrara.