El mejor y peor perfil de la Fórmula 1 quedó expuesto claramente en el segundo Grand Prix del año: la codicia y el poder que, generalmente, se tapa con la pasión de la gente por las carreras de autos.
Una carrera detenida por diluvio y el desorden, la desobediencia y la ambición de los dueños del negocio al descubierto durante 51 minutos de indecisión donde se jugaron los intereses de los patrones con el de los trabajadores. Como en una fábrica, como en un taller. La lucha de siempre en la que los que arriesgan su vida para el espectáculo son desconocidos por los que manejan friamente los números.
Por la lluvia se detuvo el GP en la vuelta 32, después de alternativas propias de correr con el piso mojado. Todo muy divertido. Como en el circo. Luego, decenas de personas en el medio de la pista, ya casi de noche. La discusión fue: comisarios deportivos por reanudar a toda costa, los pilotos por terminar allí mismo, la autoridad sin decisión. Siempre bajo la lluvia, había pilotos sentados en sus autos, algunos con el casco puesto: Hamilton, Glock, Massa (a los gritos, histérico), Button, sin casco esperando la confirmación de su segundo triunfo consecutivo. Raikkonen, dentro del box, caminando con remera, bermudas y tomando un helado. Gritos, corridas, órdenes y contraórdenes. Casi una hora de espera entre una multitud como en las horas pico de las estaciones del subte. Nadie sabía nada y el safety car esperando para -decían- relanzar la carrera. Un espectáculo indecoroso -una vez más- de un circo cada vez más evidente y cada vez con menos respeto por parte de todos los participantes.
La parte deportiva se salvó mientras pudo. Y demostró que el dominio de Brawn y Toyota continúa. Que no fue casualidad en Australia. Hubo, además, muchos más sorpasos y luchas cerradas que en la F1 anterior, la de las filas indias durante toda la carrera. Con la lluvia llegó el show conocido y los lances sobre las gomas a utilizar. Ferrari y McLaren no pudieron contra la renovación del parque automotor, lo que confirmó que las brujas no existen, pero que hay una, -en realidad- brujo: Ross Brawn, que puso sus autos adelante y resucitó otra vez a Button, por lo que los británicos están contentos: un compatriota ganador, rubio y de ojos celestes.
Los pobres -los de la mitad de la grilla para atrás de los años anteriores- ahora están adelante provocando una renovación justa y merecida. Y los ricos tratan de alcanzarlos. Les va a costar, con lo que va a beneficiar a la triste y papelonera F1 que lucha cada vez con mayor énfasis para poder seguir sumando dólares, euros y ahora yens. Pero, atención, que el desorden y la desobediencia de Malasia entre todos los sectores involucrados nunca se había visto.
Clasificación General:
1 – J. Button (Brawn-Mercedes)
2 – N. Heidfeld (BMW Sauber)
3 – T. Glock (Toyota)
4 – J. Trulli (Toyota)
5 – R. Barrichello (Brawn-Mercedes)
6 – M. Webber (RBR-Renault)
7 – L. Hamilton (McLaren-Mercedes)
8- N. Rosberg (Williams-Toyota)
El campeonato de conductores es encabezado por Jenson Button con 15 puntos, seguido por Rubens Barrichello con 10, y Jarno Trulli con 8,5. En constructores, Brawn-Mercedes lidera con 25, sobre Toyota, que tiene 16,5.
El próximo Gran Prix se disputará en Shanghai, China, el 19 de abril.