“Cuando corría y hacía una chambonada para mis adentros decía: Raúl, Raúl…si te viera Juan…”.
Cuando empezó a correr de acompañante de Juan Gálvez, Raúl Cottet comenzó un curso acelerado de TC. Juancito ya había ganado 7 campeonatos argentinos y llegarían dos más. Mejor profesor, imposible. Le sirvió mucho para cuando, después del accidente de la Vuelta de Olavarría en marzo del ´63, se decidió a correr de piloto. Lo hizo desde el ´65 al ´67 y de allí el comentario que nos hacía en las charlas de algunos sábados en el Museo del Automóvil donde, además de comer…cocinaba.
El recuerdo de sus años con Juancito era permanente. Y su admiración, total. “Juan era muy exigente, El deportista perfecto”, decía. “Se cuidaba en todo. En su forma de ser, en sus procedimientos, en su físico. Tenía un caracter muy recto. No se podía jorobar…quería las cosas derechas. Había que trabajar mucho y con seriedad”. Y siempre volvía a recordar los últimos momentos de Juan: “Como en los dos golpes anteriores Juancito volvió a salir por mi puerta…! ¡Qué barbaridad! Pensar que las hebillas de los cinturones las guardábamos en la guantera. Juan no quería saber nada de correr atado. Siempre decía que cuando uno se daba un golpe estaba en manos de Dios…
Desde el 25 de junio último el buenazo del Gordo Raúl también está con Dios. Falleció en un sanatorio porteño a los 74 años de edad. Lo recordaremos con cariño.