El Aguilucho ya está donde debe estar…allá arriba

Monumento a Oscar Galvez

El Club de Gimnasia y Esgrima, que nada tuvo que ver nunca con el automovilismo, tiene ahora el enorme mérito de haber aceptado en su antiquísimo y prestigioso jardín  en su entrada de la Avda. Figueroa Alcorta, el busto, alto y digno, de Oscar Alfredo Gálvez, que recuerda que allí mismo -hace 63 años- venció por primera vez a los pilotos europeos que nos visitaban -y nos ganaban- desde 1947 en Retiro.

El mérito -tan poco frecuente en los años que vivimos- es, en primer lugar, de la denominada Agrupación Nacional de Amigos de los Gálvez, que se creó en Mercedes, Buenos Aires, que preside el Sr. Alberto F. Hassan y que mantiene, como puede, el recuerdo de los “pitucos” de la Capital Federal, tal como lo decía el propio Oscar, de él y de sus hermanos Juan y Roberto.

El mérito del Club ya lo destacamos y nos quedarían José Beraldi, el autor de la obra, y un desconocido por la mayoría de los aficionados, que realiza una obra que merece la ayuda y la colaboración -inclusive oficial- para seguir manteniendo un Museo ejemplar que está situado en el barrio de Villa Devoto, junto a la Gral. Paz, un lugar muy cómodo y con unos recuerdos realmente notables. Luis Spadafora es el que humildemente lo mantiene y hasta tiene la sensibilidad de ofrecerlo a las escuelas del barrio para que los chicos aumenten su cultura en forma gratuita. También es un notable restaurador de autos antiguos, como el que utilizó Jorge Cupeiro para ganar por segunda vez las 500 Millas de Rafaela.

Oscar está cumplido, Juan también y de muchas formas. Si alguien tiene -como parece- llegada con los funcionarios que deciden, úsenlos, pero antes consulte con los que saben, qué está bien, y dejen de lado intereses personales. Una actividad como ésta -por su idiosincrasia- merece respeto, antes que nada. No se la debe manosear ni utilizar con fines personales.

J.C. Pérez Loizeau

 

Un comentario sobre “El Aguilucho ya está donde debe estar…allá arriba”

  1. Grande mi ídolo deportivo, te recuerdo y te lloraré hasta el último día.
    Las satisfacciones deportivas que me diste solo yo las puedo entender.
    No hubo ni habrá otro igual.

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